El ser humano muestra una tendencia innata a aferrarse, a buscar seguridad allá donde va, movido por el afán de estabilidad. En nuestras vidas, acostumbramos a agarrarnos a un clavo ardiendo: cierto lugar, una pareja, un trabajo fijo… Sin embargo, nada de eso es eterno, no podemos conservar todo cuanto quisiéramos mantener: las parejas se rompen, los seres queridos fallecen, uno cambia, las circunstancias varían… Y sufrimos. Sufrimos porque nos apegamos a esas personas y situaciones, que no poseemos ni están garantizadas.