¿Por qué Práctica filosófica y no teoría filosófica? Es sabido que en sus orígenes la filosofía griega fue concebida como una forma de vida, que exigía un compromiso total por parte del filósofo para ordenar teoría y acción. Su función fue salvífica, curativa, terapéutica.
A lo largo de los siglos la filosofía fue desvinculándose de su aspecto práctico hasta convertirse en algo meramente especulativo y técnico, encerrado en las facultades universitarias. Lo cual, en mi opinión y la de muchas otras personas, supone una pérdida sustancial.
Esta actividad de reflexión de la propia vida y para la vida encuentra un equivalente en muchas otras culturas, particularmente la oriental, donde hinduistas, taoístas y budistas, entre otros, aportan claves valiosas para un vivir pleno, con sentido, gozo, equilibrio y serenidad.
La filosofía ha dejado de prestar servicio a la sociedad -lo cual hace que esta disciplina se encuentre legítimamente en crisis-, falta que deseamos suplir quienes nos dedicamos a la Práctica filosófica. Por otra parte, cada vez más gente muestra un sincero anhelo filosófico: de pararse a pensar su vida, dejar de conducirse por la inercia de los imperativos sociales y de las máximas aprendidas, abandonar el rol de rebaño y decidir cómo vivir; quitarse de encima los límites mentales y sacar partido a su máximo potencial, apartar el miedo y conocerse a sí mismas.
Mi objetivo en este apartado es dar a conocer la Práctica filosófica, ofrecer ejemplos, aclarar, deshacer prejuicios y mostrar modos concretos en que la filosofía se pone al servicio de la vida y a disposición de todo el mundo.