«Resulta chocante cómo la definición que tenemos de los conceptos, el valor que les atribuimos y el modo en que llenamos de ellos nuestra experiencia tiene efectos poderosísimos sobre nuestro modo de vivir y, por tanto, de ser.» Así empezaba un artículo que escribí para la revista Filosofía Hoy hace algún tiempo, y así deseo abrir hoy esta introducción al análisis de conceptos clave para la vida que iré compartiendo con vosotros.
La idea que nos formamos de las cosas condiciona y hasta determina nuestra experiencia de las mismas y el modo en que nos relacionamos con ellas. De ahí la importancia y la urgencia de re-definir conceptos que gozan de cierto protagonismo en nuestra vida: bien y mal, confianza, aceptación, identidad, muerte, sentido, felicidad, amor y odio, placer y dolor, éxito, comunicación, escucha y expresividad, feminidad y masculinidad, sentimiento y emoción, ecuanimidad… y un largo etcétera.
Todas estas palabras las empleamos continuamente y, sin embargo, posiblemente no nos hayamos parado a pensar a qué aluden, qué significan. Aprendemos términos que después usamos, ya adultos, de forma acrítica, consintiendo así a las interpretaciones implícitas heredadas, aunque ello suponga falsas creencias, que, por lo demás, no son inocentes pues traen consecuencias en nuestras vidas. Confundir amor y apego, por ejemplo, puede llevar a ser incapaz de mantener una relación de pareja saludable y respetuosa. No distinguir ecuanimidad de indiferencia puede conducir a una inestabilidad emocional o a una frialdad que roza lo cruel, cuyo precio se paga alto.
Los conceptos que usamos son muchas veces como sacos donde tiramos acepciones sin discriminación ni cuidado, movidos por las prisas y la falta de ganas de pararnos a pensar lo que hacemos. Ahora bien, esta «inadecuada definición de conceptos que resultan importantes en nuestra vida puede provocar no poco sufrimiento innecesario» -resaltaba en el artículo ya citado.
La propuesta que aquí traigo es parar, revisar estos conceptos con calma, la mente lúcida y crítica, fuera de la urgencia del día a día. O lo que es lo mismo, invito a que llevemos a cabo un ejercicio de des-mistificación y limpieza de prejuicios, una práctica de clarificación de los conceptos entorno los cuales giran nuestras vidas y que, consecuentemente, la llenan de sí mismos, para lograr de este modo limpiar y clarificar nuestras vidas.