Tras la fatiga del vivir, volví a la vida.
Tras patalear, paré.
Tras la queja, me reconcilié.
Tras querer morir, quise vivir.
Tras querer no ser, fui.
Tras mostrarme ciega, vi.
Tras rehuir de mí, volví a mí.
Tras haber dormido, desperté.
Tras la ignorancia del presente, presencié.
Tras el encierro, me abrí.
Tras ser aguijón de tristeza, encontré la alegría.
Tras castrarme, me dejé ser.
Tras perderme, me encontré.
Tras la ira de la desesperación, me hice amiga de la no-espera.
Tras la dureza del metal, me conmoví.
Tras la insensibilidad de lo inerte, aprecié la vida y me maravillé ante ella.
Tras ignorarlo todo y ver tan solo mi individualidad, yo fui el mismo canto de los pájaros.
Conmocionada ante el milagro de existir.
La experiencia de la desesperación, nos devuelve a la espera,
[pero entendida ésta de un modo del todo distinto.
La experiencia de la muerte, nos devuelve con más fuerza a la vida.
La experiencia de la debilidad, nos regala mayor fortaleza.
La experiencia del dolor, nos ofrece una alegría más pura.
La experiencia del resistir, nos prepara a la aceptación.
La experiencia del negar, nos lleva a la afirmación.
La experiencia de la soledad, nos devuelve a una compañía verdadera.
La experiencia del no ver, nos convierte en videntes.
La experiencia de la ignorancia, nos hace sabios.
La experiencia del sinsentido, nos retorna al sentido más originario.
La experiencia de la ausencia, nos termina por llenar de plenitud y gozo.
La experiencia de la mentira, nos permite vislumbrar la verdad.
La experiencia del desamor, trae un amor más profundo.
La experiencia de la duda, procura la certeza verdadera.
La experiencia del desamparo, nos acerca al amparo más seguro.
La experiencia del tormento, contiene dentro de sí la clave de la paz.
Tras la experiencia se esconde un tesoro, que ni un solo libro se muestra capaz de dar.
Tras la experiencia, para aquél que permanece atento, se encuentra el Soplo vital.